Wednesday, August 5, 2020

El Encanto De Belén. Palestina (Enero 2015)


Esta es por lejos una de mis visitas más queridas de este viaje, y no sólo porque me recuerda navidad y las historias más emotivas de Jesús niño, los Reyes Magos, la estrella de Belén y todo el mito con que está revestido su nacimiento, representado en el pesebre que había en cada casa chilena (en la de mis papas aún se arma)  y que recuerda en todo a mi propia niñez. 

Los que me conocen un poco saben que lo que me pasó este día es imposible: salí sin cámara, :( simplemente se me quedó en el hotel, como nunca en años de viajes, raro...  pero quizás una señal para disfrutar con todos los sentidos esta visita, sin distracciones; por suerte llevé el celular, pero ya a media mañana estaba peligrando la batería, menos mal un buen samaritano - justo en la fuente- me prestó el cargador y me permitió cargarlo en su negocio.




A la par de emocionante Bethlehem o simplemente Belén es inquietante.  Me encantaría decir que Tierra Santa es solo paz y bien, como la frase insignia de la orden franciscana bajo la cual me educaron, pero no es así, y en esta porción queda de manifiesto, quizás más que en Jerusalén viejo, porque acá hay un muro que te lo recuerda a cada momento, y que no es de una ciudad amurallada  de los tiempos de Jesús, sino una idea de este siglo, iniciada en el año 2002.

El check point que permite el ingreso a Belén está situado a 15 minutos o menos de la puerta de Jaffa, y es bien tedioso no obstante ir en grupo, hay revisión de pasaportes, en especial de regreso a Jerusalén, y está absolutamente prohibido sacar fotos.

Una vez dentro del territorio Palestino, la primera vista parte el corazón: el gran muro que separa Bethlehem de Jerusalén, y que erigió Israel, según su versión con fines defensivos, ofende en este siglo, aún cuando se haya convertido en  los hechos en una verdadera galería de arte, donde incluso el mismísimo Banksy - mi favorito-  ha plasmado sus impresiones. (Además de tener un hotel y una tienda) 



La primera parada  de este recorrido guiado fue una súper bonita y apacible visita: el campo de los pastores,  donde se sitúa una  iglesia que recrea el lugar donde el ángel Gabriel le anuncia a los pastores el nacimiento del hijo de Dios. 



Se dice que la cúpula de esta iglesia  emula la estrella que guió a los pastores al nacimiento.



Alrededor hay varias grutas, descubiertas en los años cincuenta, que dan cuenta de la vida en los primeros siglos después de Cristo, y que hoy han sido adaptadas como pequeñas capillas para albergar a todos los turistas/fieles.



Saliendo de allí nos condujeron hasta el centro neurálgico de la ciudad la Plaza del Pesebre o Manger Square, donde se emplaza en uno de sus costados una mezquita y en otro la archi visitada Basílica de la Natividad, la que se levanta sobre el exacto lugar donde habría nacido Jesús, al menos, de acuerdo a dos de los evangelios.

Ingresamos por la Puerta de la Humildad, que es muy pequeñita  y solo se puede atravesar agachado: el metro y medio de altura, se creía,  evitaba que ingresaran los moros a caballo y hoy fuerza una reverencia que amerita la solemnidad del lugar.

La iglesia es sencilla, en ese momento estaba lleno de andamios y en plena restauración de los mosaicos del suelo, dado que en esos momentos estaba peligrando su permanencia en el listado de sitios Patrimonio de la Humanidad donde estaba inscrita desde 2012, cuando UNESCO, en un acto institucional sin precedentes reconoció la autonomía del Estado Palestino, causando la indignación de ustedes saben quien. Al momento de escribir este post, Unesco había sacado recién el sitio del List of World Heritage in Danger. 






Ya se sentía una energía muy especial al ingreso, pero ya adentrándose en las capillas, la emoción de los asistentes empezaba a crecer en forma directamente proporcional a lo piadoso que uno fuera. De nuevo los grandes grupos liderados por un cura o monja se apoderaban de los lugares.



Dentro de la basílica hay varias capillas o sectores compartidos sobre la antigua gruta donde habría nacido Jesús y sobre la iglesia que posteriormente se construyó en en el siglo IV y luego de un gran incendio en el siglo VI y que permite que los católicos, ortodoxos y armenios, identifiquen sus propios ritos con lo sagrado de este lugar lugar.

Para mí otra vez la estética iconoclasta que presidía esa parte de la basílica me tenía media confundida, hasta que llegué a la iglesia de Santa Catalina, donde mi idea de iglesia y pesebre e imágenes de la virgen María en 3D, coincidían en todo con mis expectativas católicas latinas.


Otra vez me tocó hacer fila, para comprar un paquete pequeño de velas para ofrendar, algunos íconos para mamá y las tías más pías, y varios oleos, que obviamente vendían afuera y quizás más baratos, pero que creo que perteneciendo la tienda a la misma basílica serían más originales, pues tenían hasta un certificado al dorso y en todo caso para retribuir en parte la tremenda fortuna de estar ahí. 



Después nos tocó nuevamente hacer la fila para bajar la escalera que permite el acceso a la Gruta de la Natividad, o sea, el lugar que nos había llevado a todos a Belén, cualquiera fuera tu creencia, e incluso no la tuvieras.


Dentro de la Gruta llena de gente, pero más ordenada que caótica, estaba en una esquina, con un porte humilde para la entidad de su importancia la Estrella de plata de 14 puntas, que data del sigo XVIII, y  que marca el sitio exacto donde habría nacido Jesús hace  exactos 2015 años atrás, a ese día.



Cada uno, a su turno, tiene la posibilidad de tomarse una foto, tocar la estrella, besarla, más un  medio minuto para meditar sobre lo que fuera: lo sagrado, lo impactante en términos católicos, o en mi caso la fuerza de la historia, y de la antigüedad de todo cuanto me rodeaba.




En las otras grutas, se celebraban pequeñas oraciones por los grupos visitantes, la mayoría visiblemente emocionados.


Saliendo de ahí visitamos la Iglesia de Santa Catalina, que está directamente comunicada con la salida de la gruta, y que es moderna y tal cual como uno se imagina la iglesia.

Cerca de acá está también la llamada Gruta de la Leche, cerrada ese día,  donde se dice que a María, amamantando a Jesús, se  le cayó una gota de leche al suelo tiñéndolo de blanco. Es un lugar muy especial donde acuden peregrinas de todo el mundo que van en busca de ese polvo para alcanzar la anhelada maternidad.


Saliendo de unos de los lugares más sagrados de peregrinaje del mundo, salimos a lo obvio de cada visita turística grupal organizada: las compras. Esta vez dedicada a artículos religiosos y algunas joyas. Mi compra, una pequeña estrella de Belén de plata con circones azules preciosa y otros regalos píos para mi mamá,  en medio de un sinfín de pesebres de todas las estéticas, predominando la Kitsch.

Como me aburrí por lo largo de la parada de la compra, me puse a recorrer la porción de la ciudad "normal", súper comercial. Buscando un café encontré a este amigo, que me contaba que había vivido en Chile y que me regaló una pequeña bandera palestina por "paisana", aunque yo nada que ver con Palestina, hasta me dijo que pasaba como uno más de ellos... 


El amigo me confirmó algo que yo ya sabía: Chile es uno de los lugares con más palestinos fuera de Palestina. De hecho, me contaba que actualmente había más palestinos en Chile, que en la propia Beit Jala, distante a 2 kilómetros, dato que me había contado antes el alcalde de la comuna donde trabajo, Villa Alemana, junto con explicarme que además es ciudad hermana de Belén.

Terminando el peregrinaje por los lugares santos y las compras, nos paramos frente al muro que incomprensiblemente nos vuelve a dividir en pleno siglo XXI, cuando pensábamos que estaban todos abajo  (pronto, luego de esta visita, incomprensiblemente se proyectaría el muro en la frontera de Estados Unidos y México).




Este muro duele, aunque tenga arte, que en clave de protesta lo haga un poco más digerible.



Esta visita tuvo de todo para mi: inquietud en la entrada y salida de los check point, que para los turistas es nada, uno viene y se va, pero para los locales que tienen que traspasarlos a diario es tediosa y humillante, emoción por estar en uno de los lugares más importantes de la humanidad y que  mayor o menor rigor histórico ha marcado la vida de cada que fue criado como católico (aunque después no haya seguido la observancia como yo). 

Me hubiese encantado estar más tiempo en Palestina y seguir la ruta de peregrinaje, y poder vivir más la ciudad que por el día que me permitió esta visita, pero me fui en gratitud y con ganas de aprender más. Me gustó la gente de acá, simpáticos, divertidos, a pesar del entorno hostil que el muro se encarga de recordar a diario, muy conversadores y que tienen urgencia en contar lo que les pasa.









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Consejos Para Viajar A Roma



La ciudad eterna es sin duda uno de los destinos favoritos de todos los españoles. Repleta de lugares que visitar ofrece la posibilidad de descubrir nuevas cosas cada vez y además está muy cerca. Ya sea para una inmersión cultural en toda regla o para una simple escapada de fin de semana Roma nunca defrauda. Todos empezamos planteándonos qué hacer en Roma, qué visitar, pero incluso antes de eso, antes de descubrirla por primera vez, no está mal hacer un trabajo previo sobre qué nos vamos a encontrar y cuál es la mejor manera de poder disfrutar a tope. No en vano Roma es la cuarta ciudad más grande de toda Europa y en su casco urbano acoge a más de tres millones de personas. Las cosas pueden cambiar mucho en función de pequeños detalles, así que vamos a exprimir nuestra experiencia y contaros lo que aprendimos de ella.








¿CÓMO LLEGAR A ROMA?

No está al lado, pero desde determinados lugares no es una barbaridad plantearse ir en coche. De Barcelona, por ejemplo, dista unos 1.400 kilómetros, claro que con Marsella, Cannes, Mónaco, Génova o Florencia de por medio puede que nos perdamos por el camino. Otra opción es un crucero. El puerto de Civitavecchia está a apenas tres cuartos de hora del centro, aunque este tipo de turismo no suele dejar mucho tiempo para visitar la ciudad, y si no queremos crucero algunas ciudades como la propia Barcelona nos ofrecen ferrys en los que incluso podemos alojar nuestro coche por precios muy económicos. Aún así lo normal es que la mayoría lleguemos en avión.


Roma cuenta con dos aeropuertos. El de Ciampino, pequeño pero cercano, a apenas media hora del centro, es un paraíso para las low cost y tiene varias conexiones con ciudades españolas.  Y el aeropuerto más grande, el de Fiumicino-Leonardo da Vinci, a algo más de 30 kilómetros, pero muy bien comunicado y que acoge la mayoría de los vuelos que llegan desde España. Os hablaremos de este último, ya que fue el que nosotros visitamos.

¿CÓMO LLEGAR DESDE FIUMICINO HASTA ROMA?

Fiumicino está muy bien indicado. Alguna señal puede jugar al despiste, pero en general es fácil moverse por sus pasillos. Nada más bajaros del avión y llegar a las salas de recogida del equipaje, unos grandes paneles os ofrecen información sobre las diferentes maneras de llegar a la ciudad.


Podéis escoger entre las siguientes modalidades:

-         Taxi: el precio oficial del transporte a, o desde cualquier lugar de Roma intramuros es de 48 euros a Fiumicino y 30 a Ciampino ahora mismo (suponemos que irá subiendo). Es muy fácil saberlo, ya que además de encontrar la información en las pantallas del aeropuerto, casi todos los taxis de la ciudad llevan en alguna de sus puertas una gran pegatina con los precios, así que un problema menos. Aunque suba siempre podréis saber cuál es y cuándo os están queriendo timar.


-          Autobús: varias compañías ofrecen el servicio y aquí los precios sí que oscilan en función de cuál sea el recorrido, la parada o el tiempo que tarde. Desde las tres terminales con las que cuenta el aeropuerto está perfectamente señalizado cómo llegar y hay varios mostradores de información. No es el servicio al que hemos recurrido y no podemos hablar en primera persona, pero en internet hay bastante información y os podemos decir que en nuestra estancia en Roma nos cruzamos con varios autobuses de Terravisión, que es una de las compañías más populares y cuyos traslados, según ellos mismos anuncian, arrancan en los cuatro euros.


-          Tren: De largo este es el servicio más rápido y cómodo, aunque puede que no siempre el más económico. Fiumicino cuenta con una pequeña estación de tren al otro lado de las terminales. No tendréis que salir a la calle para llegar a ella, ya que se encuentra unida a los principales edificios mediante una serie de túneles. Una vez en la estación puedes escoger entre uno de los trenes regionales que efectúan diversas paradas y que cuestan menos de diez euros o uno de los transportes más populares, el Leonardo Express.


Se trata de un tren directo que une Fiumcino y Termini, la estación central de tren de Roma en exactamente 32 minutos. No tiene paradas y sale puntual cada quince minutos aproximadamente desde muy pronto y hasta muy tarde. El billete cuesta 14 euros si lo compras en la pequeña estación del aeropuerto, aunque en otros lugares del recinto también os lo venderán, normalmente con un euro más de tasas. Guardad el billete, porque el revisor os lo pedirá. La peculiaridad, no de este, sino en general de todos los transportes en Roma, es que no funciona por viaje, sino por tiempo. En el caso del Leonardo Express una vez que compréis el billete tendréis 90 minutos para subiros al tren. No importa si el que estaba en la estación justo cuando llegáis se marcha, podéis subir al siguiente.


Esto mismo se aplica para el otro sentido. En Termini el billete lo podéis comprar en las máquinas de la estación, que están en perfecto español, así que no os liareis. Siempre os pedirá que señaléis la hora del tren en el que queréis viajar y ya con el billete en la mano sólo queda acercaros al andén.


-          Vehículo privado: es otra de las maneras de viajar desde el aeropuerto. Es también muy cómodo y personalizado, ya que os dejará dónde queráis. Está claro que será algo más caro, pero si viajáis varias personas puede que no suba tanto el precio. Está bien llevarlo previsto desde casa, pero según lo que nosotros vimos en las terminales, hay gente ofreciendo el servicio allí mismo.

¿DÓNDE ALOJARSE EN ROMA?

Pues sí, como ya hemos dicho Roma es muy grande y hay muchas cosas que visitar que están muy dispersas, pero si queremos encontrar un alojamiento céntrico que nos permita ir andando a muchos sitios y que no se nos vaya de precio, no deberíamos tirar la toalla tan temprano. Lo primero que hay que decir es que hay cientos de hoteles, en cada esquina. Las posibilidades de alojamiento son casi infinitas y adecuadas para todos los bolsillos, en eso Roma es genial. Para alojarnos podemos trazar en el mapa una línea recta imaginaria entre el metro de Repubblica y la Piazza Navona. Todo eso es centro (cuando más hacia Navona mejor) y, si bien no es lo mismo un sitio que otro, nos permitirá hacer muchos recorridos a pie. Para que os hagáis una idea nosotros nos quedamos en la vía Nazzionale, cerca de Republicca y estábamos a no más de 15 minutos andando de la Fontana de Trevi, el Coliseo, la basílica de Santa María Maggiore o la Piazza Venezia y a algo más, pero también razonable de otros muchos lugares. Además pasear por cada calle de Roma es una delicia, así que tomadlo con calma. Por si os sirve nuestro alojamiento fue el Hotel Boutique Nazionale, un hotel de tres estrellas que cumplía a la perfección con su cometido.

Habitaciones grandes y espaciosas con aire acondicionado, silencioso pese a la ruidosa vía contigua y lo cierto es que fueron muy amables con nosotros. Uno de los recepcionistas hablaba un perfecto español y solucionó todas nuestras dudas. Tienen algo que no habíamos visto nunca, un teléfono móvil en la habitación con el que se pueden hacer llamadas gratuitas (incluso a España) y que te puedes llevar a la calle para usarlo como si fuera el tuyo, incluyendo por supuesto internet.


El desayuno es servido a diario en la habitación a la hora que tú elijas. Quizá podría ser más contundente, pero nos damos por satisfechos.


¿CÓMO FUNCIONA EL TRANSPORTE PÚBLICO EN ROMA?

Pese a tener un alojamiento céntrico sigue habiendo lugares muy distantes y en Roma se camina mucho. Si además hacéis la visita, como en nuestro caso, en pleno verano con temperaturas sobre los 35 grados, puede que caminar no sea siempre la mejor opción. Aquí van algunos consejos basados en nuestra experiencia sobre el transporte público. En la ciudad hay tres líneas de metro, muy pocas en comparación con otras grandes urbes. Y es que en Roma tienen el problema de que cada vez que abren una zanja surge un pedazo de historia (si es que eso es un problema). El metro es rápido, nuevo y funciona bien, como en casi cualquier otra ciudad. Las estaciones están bien señalizadas y si ya habéis probado este transporte en otros lugares no os costará nada adaptaros.


A la entrada hay máquinas en las que podréis comprar vuestro billete individual o abonos. El billete individual cuesta un euro y medio y durante 100 minutos lo podréis combinar con cualquier otro transporte, autobús o tranvía, así que podéis llegar a prácticamente cualquier sitio. Eso sí, si salís del metro no podréis volver a entrar con él (sí podréis coger otro transporte o cambiar de línea de metro, pero sin salir de las estaciones). El hecho de que funcione por tiempo convierte al billete individual en una opción muy interesante, salvo excepciones, más interesante que los abonos. En ningún transporte de Roma, excepto en el Leonardo Express, encontramos revisores, pero por supuesto es necesario conservar el billete hasta el final, aunque no hay que volver a pasarlo por ninguna máquina para salir del metro.


Por su escasez de líneas, si bien es cierto que el metro llega a muchos lugares turísticos, también hay otros muchos a los que ni se acerca, así que habrá que considerar los autobuses y los tranvías. Aviso, los primeros suelen ir repletos, pero es verdad que son fáciles. No dudéis en acudir a las oficinas de turismo, allí pueden daros un mapa de toda la zona centro que incluye todas las paradas y las líneas que pasan por cada una. También os pueden ayudar con algún recorrido en concreto.


Es muy importante que sepáis que el billete no se compra nunca en el autobús, sino en estancos o quioscos cercanos. Vamos que al autobús se entra con el billete comprado. En el interior sólo hay máquinas para timbrar esos billetes si les falta poco para caducar, o para pasar la Roma Pass si es necesario, pero nadie os los pedirá para subiros. En los autobuses hay no menos de tres puertas y os podéis subir y bajar sin dar explicaciones por cualquiera. El billete lo necesitaréis en caso de que haya revisor. Por lo demás funciona como en el metro, podéis combinarlo con otros métodos de transporte durante un tiempo determinado. Moverse por el centro es fácil, porque suele haber varias líneas cuyo recorrido se ajuste a vuestras necesidades, así que la espera no se hace muy pesada. Sabed que en las paradas no se guarda una cola ni vale el orden de llegada. Cuando aparezca el autobús, todos arriba, aunque vaya abarrotado.


¿CONVIENE COMPRAR UNA ROMA PASS?

Pues como todo, depende. La Roma Pass es una tarjeta turística que cuenta con dos modalidades. La de 48 horas y la de 72. La primera incluye la entrada a un museo o lugar de visita de entre una amplísima lista a elegir y transporte público ilimitado durante 48 horas. La segunda exactamente lo mismo, salvo que en este caso el transporte es durante 72 horas y las entradas incluidas son a dos lugares en vez de a uno. En su web tenéis la lista completa de lugares incluidos y es importante que la consultéis porque en nuestra experiencia la tarjeta sólo será rentable si consumís esas entradas y realmente vais a usar el transporte público.  La Roma Pass no incluye la visita al Vaticano o el ascensor panorámico del monumento a Vittorio Emanuele, pero sí la entrada al Coliseo o a Villa Borghese, dos buenos ejemplos de lo que sería rentabilizar la tarjeta, porque además en el Coliseo evita colas que pueden ser brutales.


Cuidado porque hay museos incluidos que en realidad tienen una entrada muy barata, así que utilizad la tarjeta para los lugares más caros. Lo cierto es que la Roma Pass se ha convertido en muy popular entre los turistas y también ofrece descuentos en un montón de servicios, cines, teatros o autobuses turísticos que podéis encontrar en su web. La duración de la tarjeta comienza a contar desde el momento en el que la utilicéis por primera vez. La de 48 horas cuesta 28 euros y la de 72 cuesta 38'50 euros.

Pues con todo esto ya estáis preparados para lanzaros a conocer Roma. Todo lo que os contamos está basado en nuestra experiencia. No os hablamos mucho de Ciampino porque no hemos estado allí, ni de los taxistas porque no hemos cogido ningún taxi, pero sí que nos movimos bastante, así que esperamos que la información os sea útil y si tenéis cualquier duda sabed que aquí están unos amigos si os podemos ayudar. Abajo os dejamos, como siempre, algunos enlaces que quizá puedan ser útiles.






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VIETNAM 17: Hoi An II, Santuario De My Son

7 de enero de 2020 Aquella mañana nos unimos a un tour de medio día para visitar el fascinante santuario cham de My Son. Por la tarde cogimos un bus a Da Nang donde hicimos noche. Aquel día íbamos a visitar el santuario de My Son, uno de los lugares arqueológicos más fascinantes del sudeste asiático, aunque no sea muy conocido. Este santuario perteneció al reino de Champa, que dominó la mitad sur de Vietnam desde el siglo II hasta el XVIII. A diferencia de los vietnamitas, los cham eran hinduistas, y se cree que eran originarios de Borneo. Su reino llegó a ser muy poderoso hacia el siglo XI, llegando incluso a disputarle la hegemonía regional a los jemeres de Angkor. Pero su declive llegó mas tarde, y los vietnamitas (que solo habían controlado tradicionalmente la mitad norte de la actual Vietnam), empezaron a conquistar sus territorios hasta someterlos completamente. Hoy en día los cham son una de las muchas minorías de Vietnam. Y el principal yacimiento arqueológico de esta interesante civilización es el santuario de My Son.
7 de enero de 2020
Aquella mañana nos unimos a un tour de medio día para visitar el fascinante santuario cham de My Son. Por la tarde cogimos un bus a Da Nang donde hicimos noche.
Aquel día íbamos a visitar el santuario de My Son, uno de los lugares arqueológicos más fascinantes del sudeste asiático, aunque no sea muy conocido. Este santuario perteneció al reino de Champa, que dominó la mitad sur de Vietnam desde el siglo II hasta el XVIII. A diferencia de los vietnamitas, los cham eran hinduistas, y se cree que eran originarios de Borneo. Su reino llegó a ser muy poderoso hacia el siglo XI, llegando incluso a disputarle la hegemonía regional a los jemeres de Angkor. Pero su declive llegó mas tarde, y los vietnamitas (que solo habían controlado tradicionalmente la mitad norte de la actual Vietnam), empezaron a conquistar sus territorios hasta someterlos completamente. Hoy en día los cham son una de las muchas minorías de Vietnam. Y el principal yacimiento arqueológico de esta interesante civilización es el santuario de My Son. Como otros similares, este yacimiento está envuelto en un aura de misterio. Se cree que fue un lugar de ceremonias religiosas y de enterramiento de sus reyes. Por esa razón sus partes más antiguas serían del siglo IV y las más modernas del XIV. Después de abandonarse y de que la jungla lo devorase, los franceses lo redescubrieron a finales del XIX, y empezaron a reconstruirlo. Por desgracia, durante la guerra de Vietnam el Vietcong estableció una de sus bases en la zona y My Son fue devastada por los bombardeos de los EEUU. Por fortuna, algunos de los templos sobrevivieron y otros fueron reconstruidos, lo que posibilitó su inscripción en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Visitar My Son es una de las excursiones de medio día más populares de Hoi An. Se puede llegar con vehículo propio o mediante un tour. Nosotros decidimos hacerlo con esta segunda opción, y nos costó 200.000 VND por persona (unos 8 €) reservado a través de nuestro alojamiento. Había la opción de volver a Hoi An en un barco donde se servía un almuerzo (pagando un suplemento), pero nosotros preferíamos volver directamente a Hoi An y comer allí. El tour teóricamente empezaba a las 8:30 y acababa a las 13 h, y para después (a las 16 h) habíamos reservado también plaza en el bus que llevaba a Da Nang (a través del propio alojamiento). Una opción que vimos después de hacer el tour y que podría ser interesante para algún viajero es contratar un coche con conductor, y visitar My Son por la mañana y después ir a Da Nang para visitar durante la tarde las Montañas de Mármol (el principal lugar turístico de esa ciudad).
A la hora acordada un señor pasó a buscarnos para llevarnos al bus. Allí nos recibió el guía de grupo, un vietnamita muy divertido que acertadamente hacía llamarse "Mr. Funny". El trayecto debió durar mas de una hora, pero casi no nos dimos cuenta porque echamos una buena cabezadita. En My Son nos reunimos con otro autocar de turistas, así que el rebaño de nuestro guía era numeroso. Tras pasar el control de entradas (la cual estaba incluida en el tour), tenías que subirte a un buggy eléctrico para que te acercara un par de km hasta la zona del yacimiento. Allí nuestro guía nos explicó que el yacimiento de My Son está dividido en grupos separados nombrados con letras, y primero nos llevó al mas importante, el BCD, formado por tres templos. El grupo estaba compuesto por diferentes edificios hechos de ladrillo, y según el guía su técnica de construcción es todavía un misterio: usaban algún proceso desconocido para obtener unos ladrillos muy resistentes (de hecho, los originales se veían en mucho mejor estado que los de las reconstrucciones recientes), y aparentemente se unían sin mortero (hay teorías que indican que podían haber usado algún tipo de resina). El guía nos dio una explicación somera de los templos y nos dio 20 minutos para visitarlos a nuestro aire. Los grupos B y C estaban formados por una alta torre central, dedicada al dios Shiva, rodeado por otros más pequeños. Las torres eran fascinantes, estaban recubiertas con bonitos relieves y algunas esculturas desgastadas por el paso del tiempo. Algunas de las decoraciones nos recordaron mucho a las de los templos de Angkor de Camboya, de una época similar. El grupo D estaba formado por dos edificios alargados que funcionaban como salas de meditación; actualmente albergan una mini-exposición con algunas esculturas del complejo (las mas importantes están en un museo en Da Nang). Todo el complejo nos pareció fascinante y muy interesante, aunque no lo pudimos disfrutar plenamente por la gran cantidad de gente que había y el poco tiempo que nos dieron.
Grupo B de My Son
Decoraciones de la torre del grupo B
Grupo C
Torre del grupo C
Grupo D
Escultura de Shiva decapitado en el grupo D
Luego el guía nos llevó al grupo G, uno de los mejor restaurados. Frente a él hay una estela fantásticamente bien conservada escrita en sánscrito en la que se explica que el templo fue construido en el siglo XII. En la base está adornado con fantásticas máscaras de terracota de feroces "kala" (reencarnaciones de Shiva). No nos estuvimos mucho tiempo allí y fuimos rápidamente al grupo E y F, los templos más antiguos de My Son. Desgraciadamente, fueron prácticamente destruidos durante los bombardeos estadounidenses, y por toda la zona son visibles los cráteres que dejaron las bombas al explotar. Uno de los templos auxiliares del grupo E se ha reconstruido hace poco, pero el resto del grupo, incluido su torre, permanece en ruinas. Al grupo F le fue incluso algo peor, y su torre principal es un amasijo de ladrillos que han protegido con un tejado para evitar males mayores.
Grupo G
Templo restaurado del grupo E
Finalmente estuvimos aproximadamente una hora y media en el santuario de My Son, un lugar que nos encantó por la interesantísima historia que encierra y por su relativo buen estado de conservación (teniendo en cuenta por las vicisitudes que ha pasado). Las explicaciones del tour nos parecieron interesantes y el guía era muy divertido, pero también nos pareció muy masificado y que lo vimos todo muy rápido, nos hubiera gustado disponer de más tiempo para verlo con tranquilidad y también visitar algún grupo de templos más (como el grupo A, pese a que se supone que está en mal estado tiene unos relieves interesantes). Para nosotros, es una de las visitas imprescindibles de la zona, ya que es uno de los mejores lugares para conocer la antigua civilización cham.
El tour nos dejó nuevamente en Hoi An sobre las 14 h. Teníamos un par de horas hasta que saliera nuestro bus, así que buscamos un sitio para hacer un almuerzo ligero y sin prisas. Al final acabamos en el pequeño restaurante De Vuong 2, en el que pedimos unas salchichas (que resultaron ser tipo Frankfurt) y un banh xeo (una especie de crep de camarones que estaba muy aceitosa). La comida fue bastante decepcionante, y junto con una cerveza y una sidra, no salió por 300.000 VND (unos 12 €), un verdadero atraco para lo que nos sirvieron.
Nuestro almuerzo
Luego volvimos a nuestro alojamiento de Hoi An para esperar al bus de Da Nang. Cuando llegó la hora pasó a buscarnos una mini-van que pensábamos que nos llevaría hasta el bus. Pero en realidad fue aquella misma mini-van la que nos llevó a Da Nang; como suele pasar en este tipo de vehículos, el conductor era un kamikaze y a base de adelantamientos temerarios consiguió que llegáramos en bastante poco tiempo a nuestro destino. Nos dejó precisamente en el Museo de Esculturas Cham, que alberga la gran mayoría de piezas que se extrajeron de My Son. Estaba bastante lejos de nuestro alojamiento, así que buscamos un taxi. Pese al denso tráfico que había, nos resultó una tarea imposible, los pocos que había estaban ocupados. Finalmente encontramos uno que nos llevó (51.000 VND) a nuestro alojamiento, Konoha Boutique Villa. Al entrar a su vestíbulo ya vimos que era de una categoría superior de donde nos solemos alojar, lo cual quedó refrendado cuando entramos en nuestra habitación, con todo nuevísimo y muy cuco. Disponía también de una pequeña sauna y una piscina en la azotea para disfrutar de las vistas. El desayuno estaba incluido y consistía en una carta con diferentes platos calientes (que tenías que elegir el día anterior). La noche nos salió por 24 €, lo cual nos pareció una ganga por la calidad de sus instalaciones.
Nuestra habitación en Da Nang
Descansamos un rato y después salimos a cenar. Lo único malo del hotel era que, aunque estaba más o menos céntrico, estaba en una zona bastante desierta, paradójicamente casi sin gente por la calle. Decidimos ir a cenar al My Casa, un restaurante de cocina mediterránea especializada en tapas. Pedimos pasta a la boloñesa, patatas con salsa de cacahuete y pollo al estilo asiático. Las tapas nos parecieron en general justitas y algo pretenciosas (solo se salvaba el pollo), con buenas presentaciones pero sin chispa. Junto con una cerveza y un zumo, la cena nos salió por 440.000 VND (unos 17 €), una de las cenas más caras y menos satisfactorias que tuvimos en Vietnam.
Nuestra cena

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Vietnam 15-16: Hoi An I Vietnam 18: Da Nang, Montañas de Mármol

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